El asma, como enfermedad, no se puede prevenir. Pero lo que sí es real es que, además de controlarla, en mayor o menor medida se pueden prevenir las crisis asmáticas. Y ello se logra por tres vías:
• Conocer la enfermedad.
• Aprender a vivir con ella.
• Cumplir con el tratamiento.
El primer punto implica no sólo saber cuáles son los síntomas habituales y aprender a reconocerlos, sino saber también qué situaciones, acciones o cosas pueden producirle a uno las crisis asmáticas. Sólo esto permite adoptar toda una serie de medidas preventivas eficaces relacionadas al uso de sustancias irritantes de las vías respiratorias y al principal agente desencadenante de las crisis de asma, la alergia al polen y los ácaros del polvo, además de a otras sustancias:
• Utilizar colchones antiácaros o utilizar fundas de este tipo.
• Mantener la casa libre de polvo. Aspirar todos los días y evitar la acumulación de objetos, las moquetas y las alfombras, elementos sobre los que suele depositarse el polvo.
• Evitar los ambientes húmedos, especialmente si se constata la existencia de manchas de humedad, en la que es fácil que se formen colonias de hongos.
• Tanto en la casa como en el coche utilizar filtros antialérgenos para el aire acondicionado.
• En épocas de polinización, ventilar la casa a las horas en las que hay menos concentración de polen (media mañana), secar la ropa en el interior de la casa, evitar parques y jardines, cerrar las ventanas cuando se viaja en coche.
• Para la limpieza de casa utilizar productos que no tengan perfumes florales y que no sean irritantes.
• Los alimentos deben conservarse en recipientes cerrados.
• Si se es alérgico al epitelio de animal, habrá que evitar tener mascotas en casa.
• Evitar el humo del tabaco.
• Evitar en lo posible ambientes contaminados (contaminación urbana, estar en la proximidad de fábricas que expulsan residuos gaseosos por sus chimeneas o lugares en los que hayan vaporizados sustancias irritantes).
• No utilizar fármacos que puedan generar una crisis asmática, como es el caso del ácido acetilsalicílico y otros antiinflamatorios.
Conocer la enfermedad implica también aprender a vivir con ella. Tras su diagnóstico, el neumólogo elaborará con el paciente un plan de control del asma que contemplara todos los aspectos ya mencionados y otros más referidos al ejercicio físico, a la actividad diaria, el tratamiento a seguir y el control de las crisis incluso antes de que se produzcan.
Seguir el tratamiento y tener siempre a mano el inhalador con el broncodilatador son claves en este sentido.
En cuanto el ejercicio físico, éste debe formar parte del estilo de vida de cualquier paciente asmático, ya que aporta importantes beneficios para la salud. El médico le indicará el tipo de ejercicio más adecuado y las condiciones en que debe realizarse.